03 octubre 2024

Viaje a Sodoma

Jacobo vive en París con su abuela inglesa, pero aquel verano lo mandan a la Costa Brava con su tío Gregorio, un pintor famoso y de vida alegre. Un viaje a Sodoma, en efecto, porque Gregorio ha sufrido un desengaño amoroso y olvida las penas a base de bacanales con sus amigotes en su playa privada. Pero Jacobo le cae bien y gasta sus días junto al chico, haciéndole vivir toda clase de fantasías, inspiradas en los sueños y las vivencias del chaval: encuentran un tesoro en la cueva Tal, monta en Clavileño reencarnado en un juguete que había en el desván, reciben a un extraterrestre procedente de Venus… No importa que un día Jacobo descubra las orgías nocturnas, porque el tío le incluye en ellas con toda naturalidad: será el propio Cupido con alas y todo, y el chico tan contento.

Pero un día, en un malhadado barco, llega Teresa, la amada infiel, viuda del nuevo amante, y la muy ladina se echa de nuevo a los pies de Gregorio. Segunda parte. Jacobo ya no es más que un estorbo, y él lo sabe. El tío lo mantiene a regañadientes mientras él sirve, en el más trovadoresco de los sentidos, a la enemiga recuperada. A partir de aquí intuimos el final trágico.

E intuimos también que lo de Sodoma no deja de tener un matiz irónico, porque el niño estaba en Sodoma antes de partir a España: el viaje fue una manera de quitarlo de en medio para que su tío le hiciera asimilar poco a poco que su madre había dejado a su padre e iba a tener un hijo de otro hombre. Y no dejó de estar en Sodoma aunque Teresa y sus amigos cubriesen su frivolidad bajo apariencias de una vida más arreglada. Sodoma no es tanto las prácticas narcosexuales cuanto el egoísmo de los mayores, se vista de cinismo o de hipocresía. Como sucede en otras novelas de Mercedes Salisachs, en un momento dado un personaje enuncia la clave de la historia:

En el fondo [el niño] no es más que una víctima de nuestro pajolero sistema de vida, un pobre desarraigado del que todos han ido sacudiéndose como si fuera una mosca.

Amenísima y de impecable factura, como todo lo que escribe Salisachs. Y un cuadro despiadado de lo que iba a suceder en España poco después, con la aprobación de la ley de divorcio. Contribuyen especialmente a crear suspense e interés la adopción del punto de vista del niño y la alternancia entre el presente y el pasado inmediato.

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