13 febrero 2013

Nacimiento último


Sorprende enterarse, por la introducción de Irma Emiliozzi, de que Nacimiento último e Historia del corazón fueron concebidos al mismo tiempo, lo que quiere decir que Vicente Aleixandre era capaz de simultanear dos poéticas, a pesar de que hablemos convencionalmente de Historia... como del inicio de una nueva época. Lo cierto es que Nacimiento... añade poco a la anterior. Es más de lo de Espadas como labios o La destrucción o el amor: esa espiritualidad que hoy llamaríamos new age, que podría caer bajo el rótulo de panteísmo y que se acerca mucho a la metafísica de los románticos alemanes, en especial de Schleiermacher: ese "hacerse uno con lo infinito en medio de la finitud y ser eterno en un instante", la "silenciosa desaparición de toda nuestra existencia en lo inmenso". Como en Espadas como labios, aparece aquí el motivo del enterrado, viviendo una muerte que es unión amorosa con el todo: "Solo, puro, quebrantados tus límites, estallas, resucitas. ¡Ya tierra, tierra hermosa! Hombre: tierra perenne. Gloria. Vida."

El libro se completa con otros poemas, algunos escritos mucho antes, como el dedicado a Luis de Góngora (1927, claro), una asombrosa fusión del estilo culterano con el decir contemporáneo, que aquí se acerca más a Guillén que al propio Aleixandre; otros más cercanos en el tiempo, como la elegía "En la muerte de Miguel Hernández", que apareció en 1948 titulado simplemente "Elegía", "por razones obvias", dice. Razones obvias que al parecer ya no existían en 1953. En fin.

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