
Luis se va a morir y concentra sus últimos esfuerzos en
encontrar el modo de desheredar a sus hijos. Es malo, y no deja de decírnoslo. Y además, ateo y masón, y goza
pillando a su mujer con trampas dialécticas sobre la religión. Sólo quiso a su
difunta hija María y a un sobrino llamado Lucas. Los hijos, hijos políticos y
nietos, por su parte, sin hacer ostentación de odio, se muestran como unos egoístas
de campeonato y sólo esperan la muerte del malvado abuelo, cuya última baza es
dejar su fortuna a un hijo ilegítimo al que apenas conoce.
Es una novela de suspense espiritual, por así decir, pues
sospechamos que la gracia de Dios acabará tocando a Luis. Pero Mauriac, con un exquisito pudor
literario, nos oculta la solución y deja que seamos nosotros quienes averigüemos
el cómo, cuándo y por qué de su conversión,
si es que se produce, a partir de los datos de su diario. Un foro sobre esta
novela sería apasionante.
__