13 octubre 2024

Generación del 98, según Donald Shaw

 ...el primer grupo de la literatura moderna occidental que exploró sistemáticamente el fracaso de las creencias y la confianza existencial que a partir de entonces ha sido el tema principal de pensadores y escritores.

Citado por Darío Villanueva en "Azorín de nuevo en la RAE". 

Uno necesita de vez en cuando estos subidones patrióticos...



12 octubre 2024

Antígona (Jean Anouilh)

Anouilh plantea una Antígona en clave existencialista y, por tanto, contemporánea: tan contemporánea que sitúa el asunto, de modo un tanto forzado, en nuestro tiempo, con café y con coches. La acción sigue una línea muy similar a la de Sófocles, pero es en el enfrentamiento entre Antígona y Creonte cuando nos damos cuenta de que los verdaderos motivos de la hija de Edipo son muy otros que el cumplimiento de un deber moral. Avisada por Creonte de la verdadera catadura de sus hermanos, se ve obligada a reconocer que anda buscando la muerte como rechazo a un bienestar ilusorio en el que viven todos los demás (al que en el diálogo se da el nombre impropio de felicidad) y del que es árbitro Creonte: la política no sería, así, sino el enojoso deber de mantener ese estado ilusorio (“yo dije sí” a ese deber), de espaldas a la condición trágica del ser humano. Los guardias serían los mejores representantes de esa inconsciencia.

Es un planteamiento que me recuerda al de Buero Vallejo en En la ardiente oscuridad. Solo que en Anouilh el personaje inquieto (y que causa el conflicto) es el que reconoce la ceguera, es decir, el sinsentido del mundo, mientras que en Buero el conflictivo es el que se empeña en creer que no hay ceguera, en superar la limitación.

Eso es al menos lo que veo en esta adaptación para RTVE, con Teresa Rabal y Pablo Sanz como antagonistas, que cumplen bastante bien.

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10 octubre 2024

El caballero inactual

Es la obra que Azorín tituló inicialmente Félix Vargas, y que como tal aparece en algunas ediciones, Cátedra por ejemplo. Pasa por pertenecer a la época más vanguardista de Azorín (no dejan de ser las fechas en que la vanguardia andaba por todo lo alto). La única diferencia que veo con lo anterior, sin embargo, es la superabundancia de frases nominales, algo así como si fuera una novela hecha a base de acotaciones teatrales a lo Valle-Inclán.

El protagonista es un personaje, como todos lo suyos, sensitivo y meditabundo, aunque mejor dicho es el autor el que siente y medita por él. En esta ocasión sus sensaciones y sus meditaciones van hacia Santa Teresa, sobre quien el Femina Club le ha encargado un curso, y hacia Andrea, a quien reencuentra en Biarritz, un antiguo amor quizá. La acción, ejem, transcurre entre esta ciudad, Ávila y la aldea cercana a San Sebastián donde vive Félix. Lo de inactual imagino que alude a su afición por ciertas damas francesas del tiempo revolucionario.

Siempre vuelvo a picar en Azorín, aunque a estas alturas ya sé que no voy a encontrar nada nuevo. Pero da tranquilidad. Una tranquilidad algo triste, eso sí.

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06 octubre 2024

Monólogo de una mujer fría

Estamos, ante todo, ante un retrato. Hay por ahí antologías sobre ese fino arte, los libros de texto te traen ejemplos de Galdós, de Clarín, etc. Bien, aquí el retrato es toda la novela. E imagino que el libro se vendió no solo entre la aristocracia andaluza, que no es tan numerosa como para hacer un best-seller. En los años franqueos había dos tipos de novelística: la que leía la gente (Luca de Tena, Salisachs, el propio Manuel Halcón) y la que leía (la que leería más tarde, sobre todo) el alumnado de enseñanza media, instado por sus profesores (Goytisolo, Sánchez Ferlosio, Martín Santos). El caso es que lo que leía la gente estaba lejos de ser la purria kenfolletiana o julianavarresca de hoy, pues eran productos de primera calidad. Ya he comentado aquí ejemplos sobrados.

Manuel Halcón retrata lo que conoce, es decir, la clase alta andaluza. Anita Peñalver no es una aristócrata, sino una burguesa terrateniente, una snob, y sobre el esnobismo se hace teoría abundante en la novela. Aquí el término no lleva carga negativa, pues Anita está perfectamente integrada en su sociedad. En los tiempos de la literatura social, era todo un atrevimiento escribir sin el menor asomo de crítica sobre un personaje así: rica, prendada de su belleza, que simultanea la religión con los escarceos extramatrimoniales, que da a los pobres de lo que sobra (“ir de pobres”: qué encantadora expresión) y frecuenta los mejores hoteles. Pero no hay que pensar que estemos ante un chato cuadro costumbrista con un personaje-tipo, porque la levadura, por así decirlo, del buen hacer de Halcón hace cobrar volumen a su personaje hasta conseguir, como dijo Pemán, “una de las creaciones de mujer más totales de la novelística contemporánea”. Cosa que no pueden decir Ferlosio ni Goytisolo.

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03 octubre 2024

Viaje a Sodoma

Jacobo vive en París con su abuela inglesa, pero aquel verano lo mandan a la Costa Brava con su tío Gregorio, un pintor famoso y de vida alegre. Un viaje a Sodoma, en efecto, porque Gregorio ha sufrido un desengaño amoroso y olvida las penas a base de bacanales con sus amigotes en su playa privada. Pero Jacobo le cae bien y gasta sus días junto al chico, haciéndole vivir toda clase de fantasías, inspiradas en los sueños y las vivencias del chaval: encuentran un tesoro en la cueva Tal, monta en Clavileño reencarnado en un juguete que había en el desván, reciben a un extraterrestre procedente de Venus… No importa que un día Jacobo descubra las orgías nocturnas, porque el tío le incluye en ellas con toda naturalidad: será el propio Cupido con alas y todo, y el chico tan contento.

Pero un día, en un malhadado barco, llega Teresa, la amada infiel, viuda del nuevo amante, y la muy ladina se echa de nuevo a los pies de Gregorio. Segunda parte. Jacobo ya no es más que un estorbo, y él lo sabe. El tío lo mantiene a regañadientes mientras él sirve, en el más trovadoresco de los sentidos, a la enemiga recuperada. A partir de aquí intuimos el final trágico.

E intuimos también que lo de Sodoma no deja de tener un matiz irónico, porque el niño estaba en Sodoma antes de partir a España: el viaje fue una manera de quitarlo de en medio para que su tío le hiciera asimilar poco a poco que su madre había dejado a su padre e iba a tener un hijo de otro hombre. Y no dejó de estar en Sodoma aunque Teresa y sus amigos cubriesen su frivolidad bajo apariencias de una vida más arreglada. Sodoma no es tanto las prácticas narcosexuales cuanto el egoísmo de los mayores, se vista de cinismo o de hipocresía. Como sucede en otras novelas de Mercedes Salisachs, en un momento dado un personaje enuncia la clave de la historia:

En el fondo [el niño] no es más que una víctima de nuestro pajolero sistema de vida, un pobre desarraigado del que todos han ido sacudiéndose como si fuera una mosca.

Amenísima y de impecable factura, como todo lo que escribe Salisachs. Y un cuadro despiadado de lo que iba a suceder en España poco después, con la aprobación de la ley de divorcio. Contribuyen especialmente a crear suspense e interés la adopción del punto de vista del niño y la alternancia entre el presente y el pasado inmediato.

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