02 enero 2024

La filosofía se ha vuelto loca (y III)

Por otro lado, la proyección de nuestra propia naturaleza sobre los animales lo único que consigue es que perdamos el respeto por su propio modo de ser: el torero, el cazador, el visitante de un zoo conocen y respetan a los animales, mientras que las actitudes sentimentaloides

nos impiden estar atentos a lo que es diferente de lo humano, a lo que precisamente nada tiene que ver con lo humano.

El animalismo, en fin, emparenta con las teorías de género al ser incapaz de apreciar las diferencias: “esta incapacidad de concebir la diferencia tiene que ver con otra que no quiere admitir que existen de forma natural hombres y mujeres, que son en general diferentes”. De hecho, añado yo, la famosa “atención a la diversidad” de que tanto se habla en la enseñanza no es más que una atención a la diversidad… para negarla, puesto que se trata de dar cosas iguales a personas diferentes, negando que haya estudiantes con capacidades más altas que otros.

Desconozco el origen del término bioética, pero el hecho es que Braunstein lo aplica a los profesores que hicieron causa de la eutanasia, mientras que hoy, como sabemos, la Bioética es una especialidad, con cátedra y todo, de la que se ocupan más bien los defensores de la vida desde la concepción hasta la muerte natural. El hecho de que hayan podido ampararse bajo la bandera de la ética cosas como la eutanasia, el aborto voluntario o incluso el infanticidio, horroriza con razón a nuestro hombre:

¿Qué ha sido de la ética para que tales profesores existan? ¿No será acaso su vida la que no merece la pena? ¿En que se ha convertido nuestra sociedad, que se permite semejante profesorado?

Podríamos aplicarlo a la política también, claro. Quienes promueven aberraciones desde el parlamento rara vez las ven con buenos ojos cuando se producen en su propio entorno familiar. Igualmente, “se reconoce fácilmente al militante proeutanasia porque él está pletórico de salud”.  Por otro lado, es fácil pontificar sobre el derecho a la vida cuando eres tú el que dice qué vidas son dignas de vivirse. Como concluye jocosamente Braunstein,

Si se piensa que la vida de una persona humana no puede ser protegida más que cuando esa persona es consciente y ha entendido lo que es la vida y la muerte, ciertamente Singer y sus fieles merecerían la muerte sin tardanza, de manera ética, eso sí.

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