01 enero 2024

La filosofía se ha vuelto loca (II)

Por lo que respecta al animalismo, Braunstein hace notar que la imagen que estos doctrinarios tienen del animal es de todo punto ilusorio porque no entienden que su mundo es radicalmente otro con respecto al del ser humano. El animalista no le deja al animal comportarse como tal sino que le fuerza a entrar en los moldes del ser humano:

Para empezar, ¿en nombre de qué el señor Sunstein o su ex esposa… se arrogarían el derecho a convertirse en intérpretes de los animales? ¿Cuál de ellos ha nombrado a estos señores sus representantes en lugar de a adiestradores, cazadores o incluso a empleados de mataderos que viven día tras día con ellos y los conocen infinitamente mejor que unos profesores universitarios anglosajones que proyectan su miseria afectiva en su pobrecito perrito? [negrita mía].

Estos doctrinarios se esfuerzan en establecer que no hay diferencia esencial entre el “animal humano” y otras especies. La ciencia parece que vino en su ayuda cuando reveló que el hombre comparte con el irracional hasta el 99% del material genético. Un uso particular de las teorías de Darwin les sirve también como base. Con razón el médico Raymond Tallis, citado por Braunstein, observa que

es muy paradójico que sean dos de los descubrimientos más geniales de la inteligencia humana, la teoría darwiniana de la evolución y las neurociencias, los que se utilizan habitualmente para demostrar que el hombre no es más que una bestia.

Nada impide, sin embargo, que ese 1% que diferencia el material genético del hombre del del animal no represente una diferencia esencial. Y nuestra propia preocupación por los animales no deja de ser un síntoma de esa diferencia, ya que, como indica otro autor citado por Braunstein,

…si bien ciertamente somos animales como los demás, somos también animales con la capacidad de establecer reglas, sobre todo la de no estar sometidos únicamente a la “ley de la selva”.

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