03 julio 2023

La hermana

Fue una recomendación de Carmen Laforet, no a mí, claro, sino a Elena Fortún. En su primera edición española se tituló, al parecer, Música en Florencia. La “acción” transcurre, en efecto, en esa ciudad italiana, y la protagoniza un pianista que ha dejado de ejercer de tal por culpa de una enfermedad nerviosa que le paraliza los dedos. El arranque tiene lugar en un hotel donde algunos viajeros se hallan detenidos a causa de un temporal de nieve. Me recordó inmediatamente a otro arranque, el de la película Alarma en el expreso de Hitchcock, aunque, claro, el tema es muy diferente. El hecho es que a partir del segundo capítulo la novela cambia de narrador, y es el propio músico quien relata las vivencias de su enfermedad, en un manuscrito que le deja en herencia al primer narrador.

No sé, realmente, si es un libro que se deba recomendar a un enfermo grave, como era Elena Fortún en aquella circunstancia. Bastante tenía la pobre con sus propios dolores, y la verdad es que el pianista de marras no es ningún santo que eleve el dolor a lo sobrenatural. Lo que es cierto es que, como en La montaña mágica de Thomas Mann, la enfermedad se convierte en ocasión para reflexionar sobre la vida y la muerte. Z. (no tiene más nombre nuestro hombre) es internado en un hospital de Florencia porque la enfermedad cursa con dolores abominables (lo de los dedos es solo una secuela) y es atendido por dos médicos que filosofan junto a él y por cuatro monjas que no filosofan sino que cuidan. Una de ellas imagino que será la que dé título a la novela, aunque no puedo adivinar si se tratará de la bella Cherubina (un ángel, sí), que casi le sana con su mera presencia, o de la muy confusa Carissima, cuya propia enfermedad la lleva al exceso de celo caritativo con nuestro hombre, al administrarle la droga que él pedía pero los médicos desaconsejaban.

No sé, quizá tenga razón la Laforet cuando ve en esta obra eso, la posibilidad de sostenernos los unos a los otros. Es cuando una de las monjas, que Z. nunca llegará a identificar, le susurra “no quiero que te mueras” cuando amanece la esperanza para el protagonista. Esa era la definición de amor, según no sé quién: es bueno que tú existas.

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