21 agosto 2016

La maldición de los Dain

En su segunda novela Hammett optó también por el formato de varios relatos en uno, unidos por algunos personajes. Enlazar en una las diversas tramas resulta un tanto embrollado e inverosímil. Por otra parte, la novela coquetea descaradamente con lo terrorífico, lo gótico si queremos, aunque sin caer en las soluciones fantásticas: al final, nos hallamos ante una historia de embaucadores y drogadictos. Uno de los momentos más espeluznantes, de hecho, es la desintoxicación de la protagonista por parte del innominado detective que nos es familiar por otros relatos de Hammett. Ahí se ve una ración de anabolizante didáctico por parte del autor, que debía de conocer bien ese paño.

La maldición es la que supuestamente afecta a la familia materna de Gabrielle, una chica hipersensible cuyos padres resultan ser unos pájaros de cuidado, nada escrupulosos a la hora de utilizar a la hija. Lo que en la primera parte es una historia a lo Sherlock Holmes (El estudio escarlata, El signo de los cuatro), con un pasado abracadabrante que se revela al final, se complica luego con unos sectarios tipo Warren Sánchez y asesinatos (al parecer) rituales, para acabar en un ambiente de pistolerismo rural en el que Hammett se mueve más a sus anchas. La solución final, como digo, es complicada, aunque sorprende poco en cuanto al culpable último de los múltiples asesinatos a los que tiene que asistir este sabueso que debía de ser de hierro para no acabar en un convento budista como Rambo.  

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