29 mayo 2016

¿Si me hace gracia la presencia de la religión islámica en las escuelas?


 No.

Pues qué, ¿no se trataba de un derecho de los padres, la enseñanza de la religión?, ¿no era un atropello por parte del estado el hurtar ese derecho a las familias?...

Ahí está el dengue: el asunto me da la impresión de una jugada maquiavélica. Uno no puede quejarse ahora de la enseñanza del islam si ha piado por la enseñanza de la religión católica. De hecho, un Rafael Navarro Valls ha declarado ya que la decisión es totalmente laudable desde el punto de vista de la libertad religiosa. Pronto harán lo mismo, si no lo han hecho ya, las cabezas de la jerarquía católica. No hay más remedio.

Pero, como sabe cualquier persona informada, el islam tiene un componente de agresividad manifestado en bandas de fanáticos armados y en estados totalitarios donde la violación de derechos humanos so pretexto de religión es la norma. El laicismo que domina Europa lleva tiempo empeñado en demostrar que toda religión es peligrosa porque tiende al fanatismo. Normalizar la enseñanza del islam junto al cristianismo viene a equipararlos no solo legalmente sino, digamos, mentalmente. El paso de "las enormidades del islamismo" a "las atrocidades de la religión", en general, está abierto, y con él la futura proscripción de toda religión en la escuela. ¿Acaso no aparecía un Dios armado y ensangrentado en una portada de Charlie-Hebdo bajo el epígrafe "El culpable sigue suelto", en alusión al atentado sufrido por la publicación? ¿No se revelan esos laicistas como auténticos paladines del islam cada vez que se saca a la palestra la dimensión pública de lo religioso?

Por otro lado, la enseñanza del cristianismo no solo es cuestión de derechos y libertades. Es cuestión de educación cívica. Si los profesores de religión islámica van a enseñar el amor al prójimo por encima de razas, credos y demás diferencias; si van a enseñar que todos somos hijos de Dios y como tales iguales en dignidad e inviolables en nuestros derechos fundamentales, bienvenidos sean. Porque la moral cristiana supone un aporte fundamental para una sociedad abierta tal como hoy la entendemos.

Y esto me lleva a otro motivo de recelo. La asignatura de Religión, desde los años 70 para acá, viene siendo un monumental cachondeo que hace que los estudiantes abandonen el sistema sin tener de hecho la menor idea del credo y la moral católicas; un mariposeo lleno de murales, debates y audiovisuales en torno a esos valores etéreos (líquidos, que diría el otro) que conforman nuestra sociedad (igualdad, solidaridad, no violencia...) sin que sepamos darles fundamento. Mientras que, me temo, los profesores de islam no van a tener tanto complejo a la hora de hacer aprender el Corán de pe a pa. Fabricar un cóctel incendiario con lo que se enseñe en esas clases y lo que se difunde en los guetos y en las redes sociales viene a ser un juego de niños.

Así que no, no me hace gracia.