07 enero 2016

De miserias y maravillas



Me cuentan que un alumno de escuela de Artes ha presentado al examen una performance en vídeo en la que aparece despersonalizado, esto es, en pelota viva, mientras profiere blasfemias como la bestia del Apocalipsis (o de Daniel, que no me acuerdo), aunque sin su empaque, claro. Le han dado un sobresaliente.

Sin duda conocía a su profesora (creo que era hembra). En una de sus novelas, Gironella habla de unos estudiantes de la inmediata posguerra que hacían exámenes patrióticos, esto es, firmando Arriba España para asegurar el aprobado. El procedimiento es similar, aunque sin duda el odio crea una complicidad más estrecha que el compartir unas ideas. Y allí la exhibición de los cueros tampoco habría ayudado, por supuesto.


Carlos Rodríguez Braun suele escribir sobre economía, y hace bien, porque esa es su especialidad. Sin embargo, resultó especialmente brillante en su comentario sobre las cabalgatas laicas, señalando como un rasgo genuinamente totalitario este de imponer desde arriba cómo debe pensar o sentir el pueblo, en contra de sus tradiciones.


Hace un año ya, cielos, de la matanza de Charlie Hebdo, y me entero por Ignacio Ruiz Quintano de que la revista ha rememorado aquello sugiriendo que el culpable es Dios, es decir, la fe en Dios: ilustra la portada una imagen inequívoca del Dios cristiano.

Es la manera más cobarde, en efecto, en que cabe reaccionar a un ataque: señalando para otro lado: a esos, a esos es a los que hay que quitar de en medio. Ayuda mucho el que el Islam prohíba las imágenes de Dios, así se evitan dibujar a Alá y sacar boletos para una nueva masacre. Ruiz Quintano, menos críptico y más grave de lo habitual, merece la lectura.


Termino El lobo de mar, de Jack London. Acaba a la manera hollywoodiana, que es el formato que había adoptado ya en el último tramo, desde que aparece la mujer. El chico y la chica salvados del monstruo, en el barco en que han pasado penalidades sin cuento, con un barco pacífico a la vista. Y sin embargo es claramente una novela de ideas, a la que ha querido dar una envoltura de acción, pero se le ha notado demasiado el artificio: es larga y más bien anodina, y la aparición de la chica no lo arregla.


Mi amigo Embajador me recomienda para el día de Reyes el coro de los pastores de La infancia de Cristo, de Berlioz. Escucho por la noche la segunda parte de la obra, un Berlioz sorprendentemente clásico. También sería bueno para estas fechas El Mesías de Haendel en sus primeras partes (For into us a child is born, Omnes de Saba venient…). Yendo más a lo mío, acabo de descubrir en Spotify un disco de Tennessee Ernie Ford, acompañado por una magnífica coral, que aunque por el título (The story of Christmas) parece ser un recorrido por las canciones de Navidad de todo el mundo, hace predominar el repertorio clásico anglosajón. En todo caso, unas voces de primera.

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