Carmen de Zulueta es hija de un político republicano, don Luis, embajador de España en la Santa Sede en la época en que estalló la guerra civil. Ha escrito (quizá para dejar una constancia antes de su muerte) una serie de memorias de personajes a los que trató en su juventud, casi todos relacionados con el exilio. Está ausente, por lo general, el juicio político, y cuando lo hay es enteramente favorable. Comparecen en estas páginas Américo Castro, Fernando de los Ríos, los escritores del 98 y unas cuantas mujeres. Doña Carmen es una mujer culta y de mundo y lo que más llama la atención en su libro es este conjunto de figuras femeninas, enlazadas por una amistad que se reforzó con la experiencia de la expatriación: Laura de los Ríos, Mabel Marañón, Nieves de Madariaga, Victoria Kent, hijas la mayoría, como se ve, de ilustres personalidades de la República. Llaman la atención, digo, por su distancia tanto de la señora de derechas como de las tristemente famosas milicianas de la guerra civil, por poner dos ejemplos extremos. Si el estilo es el hombre, del modo de escribir de Carmen de Zulueta, elegante, contenido, podemos deducir, no sé hasta qué punto con justicia, el clima de aquellas tertulias, el tono de aquellas conversaciones entre unas mujeres que figuran entre lo más valioso que se perdió con la guerra.
Nota redactada en junio del 2001.
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