15 abril 2007

La sinrazón


Rosa Chacel se mueve aquí a unas alturas abrumadoras. He sido incapaz de seguir la peripecia espiritual de este personaje, pero creo estar capacitado para distinguir una auténtica novela intelectual de las veleidades de un pedante, así que puedo afirmar que nuestra autora se halla al nivel de un Thomas Mann. Sin comprender ni jota (insisto, y no por ello) sé que me hallo ante una cumbre de la novela española, por encima de alguno de los monstruos de la edad de plata, a la que ella no deja de pertenecer, al menos por edad. Y esto aunque sólo fuera por la elegancia con que fluye la narración, en la que, por cierto, lo sexual y lo político aparecen de pasada, como uno hablaría de decoración, sin adquirir ese protagonismo que muchos parecen creer necesario, aunque sea a ratos, no digamos ya nada si se trata de izquierdistas boccaccianos. Y eso a pesar de que la guerra civil está ahí como fondo (uno de los muchos fondos) y que algunos de los personajes son exiliados: nada de quejas, nada de victimismos, nada de abultar crueldades. ¡Bravo! El asunto, es evidente, pertenece a un orden mucho más profundo que todas esas cosas.

En el mismo sentido hay que decir que, aunque dicho asunto linda con lo metafísico y lo religioso, nunca trata de destacar un pronunciamiento doctrinal o moral y así, el "se ve que no es usted egoísta", dirigido a un padre de muchos hijos, surge con idéntica naturalidad, con sordina diríamos, a años luz del moralismo.

Nota redactada en abril de 2005. Lo de izquierdistas boccaccianos no va por el autor del Decamerón, claro, sino por la discoteca barcelonesa en que se formaron los guías intelectuales de hogaño.


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