23 abril 2024

Ric Hochet integral, volumen I

El “integral” de Ric Hochet no es tal, porque las aventuras del periodista parisino son muchas más de las nueve o diez que aparecen en estos tres volúmenes; al menos yo recuerdo algunas de las publicadas por Bruguera (¿Supermortadelo?, ¿Mortadelo extra?) que no están aquí, y además el prólogo declara que fueron más de 70 álbumes. Es posible que Ponent Mon emprendiera la edición del “integral” y se quedara, por lo que fuere, en los tres primeros volúmenes. De hecho, recuerdo a un Ric Hochet más maduro y melenudo que este.

De este primer volumen, ninguna pega. Guiones excelentes, a la altura de una buena novela policíaca, o serie de televisión, y dibujo como se puede esperar de un producto francobelga. Están esas convenciones del género, que de mayor te molestan un poco: la suerte increíble del héroe, su destreza en todos los ámbitos, tanto físicos como mentales… un superhombre, vamos. O, también, el increíble ingenio de los malos a la hora de diseñar crímenes. Por lo demás, un desarrollo impecable, donde la tensión (thrill) no afloja hasta ese final que el talento de Duchateau consigue hacer creíble.

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20 abril 2024

Hablamos de la batalla de Lepanto

Pero mujer española hubo, que fue María, llamada la Bailadora, que desnudándose del hábito y natural temor femenino, peleó con un arcabuz con tanto esfuerzo y destreza, que a muchos turcos costó la vida, y venida a afrontarse con uno de ellos, lo mató a cuchilladas. Por lo cual, ultra que D. Juan [de Austria] le hizo particularmente merced, le concedió que de allí adelante tuviese plaza entre los soldados, como la tuvo en el tercio de D. Lope de Figueroa.

Marco Antonio Arroyo, Relación del progreso de la Armada de la Santa Liga, citado por J. J. Esparza, Tercios, capítulo XVII.

 

Quiso y pudo. Era así.



19 abril 2024

Sócrates redondeó a la baja

 Sabemos una millonésima parte del uno por ciento de cualquier cosa.

Meg Meeker, en Padres fuertes, hijas felices, capítulo 8




18 abril 2024

Lo que hacen los héroes

Lo que me gusta de Meg Meeker es que no se arredra ni ante los tabúes más establecidos de nuestro tiempo. Si tiene que pasar por encima del famoso “derecho a ser feliz”, pasa. Esto va, como todo en su libro, para los padres que están considerando el divorcio. “Ella” es su hija.

Algunas veces esa perseverancia que usted va a mostrar por amor a ella exigirá continuar viviendo con su alocada madre. Tal vez signifique sacrificar su propia felicidad en favor de la de ella. Esto es lo que hacen lo héroes. Es lo que su hija espera de usted.



 

 

15 abril 2024

Mañanas de abril y mayo

Es una comedia de enredo, de esas que se siguen mejor en la representación que en la lectura, sobre todo si el texto carece de indicaciones de aparte y otras acotaciones que faciliten el saber qué hace cada personaje en escena. La trama se basa en la confusión entre las identidades de doña Ana y doña Clara, que visten igual y muy tapadas, y además se hallan en el mismo espacio con frecuencia. La primera es pretendida por don Juan, que se refugia en casa de don Pedro, vecino de doña Ana. Y la segunda es la esposa de don Hipólito, figurón jactancioso que se prenda también de Ana sin saber cuándo se dirige realmente a ella o a su mujer. Hay un don Luis, amigo del figurón, que pretende vengar una muerte causada por don Juan, y hay un criado (gracioso por supuesto), dos damas de compañía y un viejo. Todo se desenreda, por supuesto, felizmente al final, y el parque donde sucede buena parte de la obra y esas mañanas de abril y mayo, aludidas al final de cada acto, contribuyen al ambiente placentero y desenfadado.

Esta, por cierto, es la comedia en que Valverde vio una anticipación a ciertas técnicas del teatro contemporáneo (¿Brecht?), cuando el criado Arceo habla como siendo consciente de ser un personaje: “¡Pues no acaba la comedia!”

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12 abril 2024

El dios salvaje

En la secuencia original de las aventuras de Alix, este título sigue a La tumba etrusca, y no a La isla maldita como en la vieja edición de Oikos-Tau, que las sacó de modo un tanto caótico. De todos modos, se agradece a Oikos-Tau que nos diera a conocer a este personaje: ¡oh el olor embriagador de esos álbumes apilados en la librería de Galerías Preciados, junto con Los cuatro ases y las Alegres historietas de Bruguera! Bien, el caso es que El dios salvaje sucede a esa fenomenal trilogía que componen Las legiones perdidas, El último espartano y La tumba etrusca. Podría decirse que es una secuela de El último espartano, con la reaparición de Adrea, la reina de aquella ciudadela escondida que aspiraba, nada menos, a restaurar el esplendor de Esparta. La historia tiene lugar en la Cirenaica, en el norte de África, y, como de costumbre, Alix Graccus tiene sus más y sus menos con los naturales de la zona, pero también con los romanos, asentados en la ciudad de Apolonia, aún en construcción, ya que entra (Alix) con mal pie en la vida del jefe del campamento militar.

Como es habitual últimamente (en los últimos…  ¿treinta años?), el volumen va acompañado de comentarios sobre el autor y su obra. Me alegra ver que el comentarista llama “la edad dorada de Alix” a esos cuatro álbumes, porque, en efecto, el dibujo siempre me gustó mucho más que el de los episodios anteriores, de los que de chico solo conocía La garra negra. Las legiones perdidas me parecía que albergaba una gran superproducción cinematográfica.

En este número Jacques Martin sigue acercándonos a diferentes zonas del imperio, en este caso al norte de África. Es una de las señas de identidad de este cómic, uno de los más instructivos que conozco y no solo por los guiones: el dibujo es admirable, aunque más en lo paisajístico (y me refiero a paisaje rural y urbano) que en las figuras humanas, que se parecen demasiado unas a otras; para ser exactos, diríamos que tiene cuatro o cinco moldes. No deja de ser otra seña de identidad.

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09 abril 2024

Padres fuertes, hijas felices

El título es de por sí todo un epítome del libro. Pero, ¿qué significa ser un padre fuerte, en el contexto actual? Básicamente (y me refiero a o que se deduce del libro de Meg Meeker) se trata de no ceder al ambiente permisivo y ser capaz de poner a tu hija unas normas de comportamiento de las que no debe apearse mientras viva en tu casa. Y siendo consciente, además, de que eso no va en detrimento del amor que te profesa tu hija, por más que de momento te grite o se ponga de morros. Porque la idea central del libro es que el primer amor de una hija es su padre, y este debe hacerse merecedor, día a día, de ese amor. Usted es el héroe de su hija, dice de mil modos la doctora Meeker a los padres que la leen. Y eso es importante porque según sea el padre será el marido: ella va a elegir conforme a lo que conoce.

Y así, la autora se muestra implacable con el permisivismo reinante: ha conocido (una gran parte del libro se dedica a narrar casos reales que han pasado por su consulta, y esto es importante, porque ya sabemos que la gente responsable, la fachosfera que dicen los otros, acusa un déficit de relato que no compensa el superávit de argumentación), ha conocido, decía, demasiados casos de depresión, suicidio o enfermedad irreversible causados por una iniciación sexual temprana como para andarse con chiquitas en ese sentido. Y le basta para considerar la depresión como una enfermedad de transmisión sexual, lo cual es una de las afirmaciones más llamativas del libro, no cabe duda, pero bien cierta, a tenor de lo que vemos. Corren malos tiempos (esto lo digo yo) para ser mujer, tanto como para ser hombre, pero sin duda las mujeres lo pagan más caro, al menos a corto plazo.

Por supuesto, no se trata solo de poner normas: hay que ser un padre, no un legislador. Se trata de pasar tiempo con ellas, detraerlo incluso de esas cosas que parecen muy importantes. Y sin pararse en barras de que eso no le va a gustar porque son cosas de hombres y tal: a las chicas les gusta estar con sus padres, de cualquier modo: llevarlas al fútbol, de excursión en bici, a lavar el coche… Y mostrarles siempre que, si tú eres su héroe, ella es también para ti el amor de tu vida. En una época en que hay que desenvainar la espada para defender que el pasto es verde, un libro como este debería ser un catecismo para todo aspirante a padre de familia.

No quiero dejar de hacer notar que el título original es Strong fathers, strong daughters. No sé por qué esa sustitución por “hijas felices”, que parece una concesión a esa búsqueda obsesiva de la felicidad propia de nuestro tiempo. Habían hecho lo más difícil, que era publicar una traducción, y mira tú…

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