25 febrero 2025

Carmilla

La doncella a lo Rossetti, Europa central, el castillo aislado, visiones nocturnas, esos elementos típicos de lo que se llama novela gótica nos son presentados ya desde el principio y lo demás se adivina. El maligno aparece en forma inocente, como otra doncella a lo Rossetti, esta de pelo oscuro, y aparece como víctima de un accidente de diligencia. La madre sigue viaje, un viaje inexcusable, la hija queda de huésped en el castillo, conde la doncella vive con su padre y dos damas de compañía. Las dos chicas no tardan en trabar una amistad de esas de juventud, arrebatadas, apasionadas. Pero la estancia de Carmilla coincide con fenómenos extraños que afectan a la psique y al cuerpo de la protagonista y narradora, Laura por poético nombre. Aunque la gente cree en vampiros, y Carmilla da bastantes pistas, Laura tarda en atar cabos, supongo que cegada por la amistad. A través de otros personajes, sin embargo, se va descubriendo la similitud del caso de Carmilla y Laura con otros sucedidos a algunos antepasados…

Lo que ahora son tópicos entonces era solo moda. Por lo demás, hay poco que destacar aquí, salvo esa sensualidad que Sheridan imprime a la relación vampírica, explotada un siglo después, y de modo más grosero, por subproductos perfectamente prescindibles.

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22 febrero 2025

Bacteria mutante

La verdad es que ya no recuerdo a ninguno de los personajes de La gangrena, así que no puedo identificarlos en esta secuela. Una secuela negra, negrísima. Es como una Historia interminable con desgracias en vez de monstruos. Hace falta todo el talento narrativo de Mercedes Salisachs para que no abandones la lectura, medio muerto de depresión. Pero bueno, Lo que el viento se llevó es así en cierto modo, y el final es más consolador que allí, algo así como Astérix y Obélix cuando, después de una desavenencia, se abrazan llorando, ¡buaaa! El perdón gana la partida.

En la primera parte asistimos al malcasamiento de Lolita con uno de los tipos más despreciables que ha producido la literatura de la Salisachs, un militar y aristócrata egoísta y prepotente que, en plena posguerra, se lucra vendiendo armas medio inservibles a países africanos y para colmo delata como único culpable a su socio. Tienen tres hijos que, muy comprensiblemente, les salen rana: gigoló, comunista, drogadicta… La segunda parte nos lleva a la actualidad (últimos años del felipismo) y consiste en el diálogo catártico entre Lolita y su amor de siempre, Carlos Hondero, al parecer el protagonista de La gangrena. Por fin, la sinceridad, que faltó hasta entonces en las relaciones interpersonales, se abre paso.

La historia privada transcurre en paralelo con la historia española, en la que se implican los hijos, cuya vida acaba dando un vuelco para mejor. En La España Bis, diario fundado por uno de ellos, es fácil reconocer a El País y su deriva sectaria, que en la novela es obra no del hijo sino de otro de los fundadores. Le perdono a la autora su visión unilateralmente negativa del franquismo (no puedo con estos monárquicos, de verdad) con base en los tópicos más groseros de la izquierda. Se lo perdono, digo, por esta descripción del felipismo:

De golpe desterraron la ética, el buen gusto, la moderación y la sensatez, para sustituirlo todo por la horterada, la anarquía, la prepotencia y la corrupción. Querían enseñarnos a vivir a costa de desterrar de nuestro panorama la razón de la vida, para sustituirla por la razón del sexo. Nos aseguraban que “progresar” era matar antes de nacer, que perder la inocencia era menos importante que perder un programa de televisión, que sustituir la S del seso por la X del sexo era lo que permitía que la humanidad fuera feliz. Que los prejuicios eran conatos de “moralina caduca” y que creer en Dios era la más aberrante forma de anclarse en el pasado. Dios los estorbaba. Dios no se avenía con aquel disparatado afán de lucro, de violencia, de terrorismo solapado que suponía, ya entonces, fomentar pornografías, violencias y aberraciones.

El Señor fue misericordioso con doña Mercedes y se la llevó sin que llegase a conocer el sanchismo.

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19 febrero 2025

Ojeando X

 

Cada vez me encuentro a más tarados que cuestionan “si de verdad Hitler fue malo”. ¿Qué les enseñan en las escuelas en este siglo?

Y han tardado.

Cuando se asegura que la verdad no existe y que la moral es relativa (y llevan mucho tiempo en ello) no sé por qué hay que emitir juicios de bueno o malo sobre las personas o los hechos.

IU pide incluir la música tradicional asturiana en los planes educativos.

Les doy más ideas:

--Decoración de paneras con perspectiva de género.

--Historia de la montera picona, I y II

--Sexualidad alternativa en la mitología asturleonesa

--Desarrollo sostenible del manzano

La lengua española y las Matemáticas, ya luego si eso.

La Sexta: “EE UU no deja títere sin cabeza…”

Si viviera hoy Lázaro Carreter, no sabría por dónde empezar.



08 febrero 2025

Principios morales de uso más frecuente

El libro se dedica a ampliar algunas cuestiones contempladas en la encíclica Veritatis splendor de Juan Pablo II, y lo hace en torno a tres principios: el del mal menor, según el cual es lícito hacer una opción reducida a limitar el alcance de un mal cuando no es posible conseguir el bien; el de totalidad, que afirma que la mutilación sólo es moralmente permisible si es necesaria para el bien de todo el cuerpo; y el del voluntario indirecto o causa de doble efecto, se entiende un efecto bueno y otro malo. Los tres han sido objeto de abuso y el autor (Fernando Cuervo), sin entrar en enojosas casuísticas, se dedica a poner en claro cuándo y de qué modo son aplicables.

Me quedo con una frase y un párrafo.

La frase es del cardenal Newman, hoy san Juan Enrique:

La conciencia tiene unos derechos porque tiene unos deberes.

El párrafo contribuye a superar una duda que me quedó a propósito del libro de Matias García Gómez sobre la conveniencia o no de tolerar (o no legislar contra) el aborto voluntario en aras del principio “la verdad no se impone”.

La confusión entre tolerancia y autorización positiva del mal ha servido para que en determinados ambientes se pretenda aplicar a la ley del divorcio y aborto el principio de tolerancia, que permitiría tolerar el mal para evitar otros mayores. Esto constituye un grave equívoco, que conviene clarificar, pues ninguna ley que vaya contra el derecho natural es “tolerancia” en el sentido permitido por la ley moral. Una cosa es “tolerar” un mal, por ejemplo, no castigándolo por determinadas razones, y otra muy distinta –que constituye una cooperación ilícita al mal y un pecado—es contribuir a “legislarlo”, a reglamentar el ejercicio de ese mal autorizándolo positivamente.

Se trata, pues, de una cuestión de derecho natural, mientras que ningún precepto de derecho natural obliga a adoptar el catolicismo como religión de Estado.

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05 febrero 2025

La conciencia moral

La colección “Naturaleza e historia” de Rialp reunía tanto ensayos como libros que podrían calificarse de manuales, como este de Ramón García de Haro, ilustre moralista, que realiza una exposición clara, desde el punto de vista cristiano, de lo que indica su título.

Si el primer capítulo se titula “Los planes de Dios” ya podemos intuir cuál es el origen de esa cosa que llamamos conciencia. Ella nos señala si caminamos de modo concorde a esos planes o nos desviamos de la ruta. Lo nuestro es hacer lo posible por descubrir esos planes y luego colaborar con ellos o no estorbarlos. La conciencia está ligada sin remedio a la libertad, porque el seguimiento del plan divino es libre (“La libre incorporación del hombre a los planes de Dios” es el segundo capítulo) y, aunque Dios puede mover nuestra libertad, no la fuerza. Las cuestiones que siguen son, como cabe esperar, la necesidad de formar la conciencia y el modo en que uno puede oscurecerla voluntariamente.

Como nos muestra el autor, no siempre es necesario empezar el título por “Introducción a” siempre que vayamos a hablar de un tema de modo general y más o menos sumario.

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03 febrero 2025

Aniceto o el panorama, novela

Pongo lo de “novela” porque al parecer forma parte del título, tal como Aragon lo quiso. Es un relato vanguardista al estilo de Ramón Gómez de la Serna, por citar lo más parecido que tenemos por estos lares. Esto quiere decir, entre otras cosas, que no vamos a encontrar personajes, caracteres, sino monigotes que transmiten las ocurrencias de su fabricante. Es una novela en clave, al parecer, digo al parecer porque si no te lo dice el editor y te lo sugiere el propio autor en su prólogo no lo habrías adivinado, o al menos no habrías identificado la figura real que se halla tras el nombre ficticio. De modo que tenemos aquí actuando a Picasso, Charlie Chaplin, Max Jacob, Paul Valéry, Diego Rivera y algún otro, todos formando parte de una especie de club de adoradores de la nueva estética, representada por una mujer fatal de nombre Mirabelle, por quien se disputa y hasta se mata.

Aparte de las leves peripecias imprescindibles para que podamos hablar de una novela, la tal novela está formada, como ya sugerí, por diálogos en que los personajes colocan su visión del mundo, del mundo de yupi en que habitaban los surrealistas y vanguardistas en general, a veces inteligible para los pobres filisteos, a veces no tanto.

Aniceto es fácilmente interpretable como contrafigura del autor, y el resto se supone que hablan y actúan como lo harían sus propias contrafiguras, aunque, claro, hay que conocer muy bien la época y el ambiente para darse cuenta. De hecho, estamos ante una obra más de temporada que otra cosa y que no creo que pase al Olimpo de las grandes realizaciones del último siglo.

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01 febrero 2025

El cristianismo y el problema del comunismo

Para Berdiaev, lo malo del comunismo es que quiere ser una nueva religión con dogmas inatacables, implacable por tanto en su represión de la herejía y cuyo artículo de fe principal sería ese “la religión es el opio del pueblo” formulado por Marx. Estamos, pues, ante un fenómeno paradójico que trata de acabar con una fe en lo que está más allá para sustituirla por otra fe, en este caso sin más Dios que el materialismo dialéctico y sin más cielo que la sociedad sin clases. Pero, al borrar a Dios del horizonte, destruye también la libertad, y con ella al propio ser humano.

La atrocidad del marxismo ruso consiste ante todo en que acarrea la muerte de la personalidad humana y de la libertad. El comunismo no es solo la negación de Dios, sino también la del hombre. Y estas dos negaciones están estrechamente relacionadas entre sí. Su propaganda antirreligiosa lleva a la propaganda antihumana. He ahí por qué está en los antípodas del cristianismo, de la religión del dios hombre, que afirma no solo a Dios, sino también al hombre.

Berdiaev carga a los cristianos con parte de la culpa del surgimiento del comunismo. Esto es muy de cristiano, claro: mientras nosotros hacemos examen de conciencia, los comunistas nunca tienen, según ellos, la culpa de nada. No le falta razón, a decir verdad. Por otra parte, Berdiaev distingue muy bien entre la fe cristiana y su degeneración en la moral burguesa. Su análisis del cristianismo es de una gran lucidez, hasta el punto de que casi puede leerse este libro como un libro de apologética. Esto, por ejemplo, se ha repetido luego mucho, pero por entonces pocos lo veían:

Con la liberación del hombre de ese pandemonismo, la religión cristiana preparó espiritualmente la posibilidad del desarrollo ulterior de las ciencias […] Las ciencias pueden alzarse contra el cristianismo, pero echan en olvido, al hacerlo, que no hubieran existido sin su influencia preliminar; olvidan que si han conocido un incremento en los tiempos modernos lo deben, ante todo, a la liberación del espíritu humano de sus antiguas supersticiones, y que esto lo consiguió la fe cristiana.

Y lo consiguió no solo a base de desendemoniar al mundo, sino de revalorizar el trabajo humano, pues

La civilización grecorromana, aristocrática en sus principios, despreciaba el trabajo, lo consideraba como propio de esclavos. Y el cristianismo vino a santificarlo. Cristo fue un trabajador, un obrero; de Él son estas palabras: “el obrero merece su alimento”, que podemos unir a las de San Pablo: “Si alguno se niega a trabajar no tiene derecho a comer”. Las parábolas evangélicas relativas a los dineros, a los viñedos, evocan el trabajo, la actividad, la obra creadora del hombre. “El hombre debe ver el fruto de los talentos que recibió de Dios”. El trabajo, la actividad del hombre, deben llevar su fruto. El hombre tiene que cultivar la tierra, debe restituir más de lo que le fue otorgado. No puede justificar de ninguna manera su pasividad con el Evangelio.

Probablemente por ello, y por la deshumanización del trabajo que el primer capitalismo conllevaba, Berdiaev forma entre los que son anticomunistas a fuer de anticapitalistas. Como para José Antonio, para él el comunismo es una excrecencia inevitable del capitalismo.

Se trata de un análisis bastante ponderado, que parte de que “para vencer la mentira del socialismo hay que conocer su verdad” (frase de Soloviev), pues “el comunismo ha sido considerado hasta ahora más bien desde el punto de vista sentimental y emotivo que desde el intelectual”. Desde que cayó la Unión Soviética probablemente se vuelva a pecar de lo mismo, así que un libro como este no merece caer en el olvido.

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