24 noviembre 2025

Por los ojos de Shakespeare

Joseph Pearce trata de sacar a la luz “la clave católica oculta en su literatura”. Para ello parte de la base de que la cabal interpretación de una obra es la que se ajusta a la intención del autor, para lo cual habrá que bucear en su biografía: es decir, lo que José Miguel Ibáñez Langlois llama “la falacia biográfica”, que tiene, entre otros, el inconveniente de que dicha “intención del autor” puede fácilmente acabar coincidiendo con la tuya propia, sobre todo tratándose de muertos. Eso no impide que la vida del autor pueda, en efecto, arrojar luz sobe su obra, ni que el análisis de Pearce sea válido, o al menos tan plausible como otros.

Lo de “su literatura” peca de excesivo, porque Pearce limita su estudio a tres obras de Shakespeare, bien que de las más conocidas y logradas: El mercader de Venecia, Hamlet y El rey Lear. El autor tiene siempre presente la amistad del de Stratford con Robert Southwell, jesuita y poeta que fue ejecutado durante la persecución de Isabel I contra los católicos. En estas obras se hallan parafraseados algunos de sus versos y la visión católica que entrañan. Hamlet, por su parte, estaría defendiendo un concepto realista y cristiano de la vida frente a los “maquiavélicos” y “nominalistas” Claudio y Polonio. Algo similar sucede en El rey Lear, que presentaría el conflicto entre un Estado moderno que se atribuye facultades omnímodas y una heroína, Cordelia, que defiende la dignidad humana tal como la entiende el cristianismo.

Como digo, se trata de una interpretación plausible, estuviera o no conscientemente en la mente de Shakespeare cuando escribía estas obras. Y, desde luego, mucho más plausible que la de aquel al que oí decir hace poco que no entendía cómo un cristiano puede disfrutar a Shakespeare, cuyas obras muestran que no hay Dios sobre nuestras cabezas. ¿Perdón…?

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