(Juan Ignacio Luca de Tena se refiere al abandono del trono por parte de Alfonso XIII)
No nos engañemos. La
inmensa mayoría de la opinión, ofuscada y engañada por una campaña difamatoria,
estaba entonces contra al rey. Se ha dicho que pudo y debió resistir y que si
España quiso entonces suicidarse no era razón suficiente para darle gusto. Pero
es que la Corona no se limitó a aceptar los deseos del país, sino que hizo
posible, con su actitud, el movimiento salvador iniciado cinco años después. La
guerra civil que ganamos en 1939 se hubiera perdido en 1931. De 1936 a 1939,
los españoles luchamos contra una realidad nefasta. En 1931 hubiéramos luchado
contra una ilusión que para la mayoría significaba entonces la República. Y en
política es poco prudente luchar contra una ilusión. Fue cinco años después
cuando, agotada la paciencia, agotados los sufrimientos, agotada la capacidad
de resistencia pasiva de los españoles contra los hombres que estaban
deshonrando a España y a la misma República; fue cinco años después cuando los
españoles –lo mismo los monárquicos como los que no lo habían sido—optaron
heroicamente por la guerra. […] el
régimen republicano representaba una provocación a la dignidad de los
españoles, de la religión y de los hogares. Había conculcado la unidad de la
patria. Gracias a la abnegada actitud tomada el 14 de abril por el rey de
España, la monarquía secular seguiría siendo una solución natural e histórica.
[…] El rey no podía ni debía ponerse al
frente de la inevitable guerra civil, ni provocarla en 1931.
Citado por Torcuato
Luca de Tena, Papeles para la pequeña
y la gran historia, capítulo XII.
Pero es fácil decirlo después, pasada y ganada la guerra,
como si el rey hubiera previsto todas las jugadas de aquella partida.