No podemos impedir al pensamiento que vuelva a una idea como no se puede impedir al mar que vuelva a una orilla. Para el marinero, eso se llama la marea; para el culpable se llama el remordimiento. Dios hace crecer el alma como el océano.
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El señor Madeleine solía
ir a las tres a ver a la enferma. Como la puntualidad era bondad, era puntual.
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El velo que llevan es
noche tejida
[Casi una greguería, ¿no? Se refiere a unas monjas
penitentes, vistas por él con ojos de progresista escandalizado]
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[Aquí, en cambio, el progresista menosprecia las filosofías
ateas]
Lo curioso es el aire altanero,
superior y compasivo que esa filosofía a tientas adopta frente a la filosofía que
ve a Dios. Es como si oyésemos exclamar a un topo: ¡Qué pena me dan esos que
hablan del sol!
