16 junio 2023

La presencia

A Claudio, arquitecto, le convence su amigo Mariano para que se convierta en su socio de cara a promocionar Mas Porta como un centro de atracción turística. Para ello utiliza como cebo a su hija Cristina, la cual se enamora de verdad de Claudio y él de ella. Claudio no tiene ojos para los problemas mentales de la damisela, y aunque sí los tiene para ver el daño que está haciendo a su matrimonio, sigue adelante, con altos y bajos, en sus devaneos, lo que acabará en catástrofe.

Es tópico decir que en nuestro tiempo los “géneros menores” de la narrativa (policíaco, romántico, aventura…) se han elevado a la mayoría de edad gracias a autores de talento que los han cultivado. En ese sentido, podría decirse que La presencia es una novela rosa de altura, gracias a su técnica narrativa y a la fuerza de los caracteres. Mercedes Salisachs utiliza un contrapunto entre los puntos de vista de Claudio (en tercera persona, aunque con frases en primera, entrecomilladas) y de Cristina (en primera persona), cuya peripecia se nos cuenta desde un presente en que todo ha terminado, aunque no se olvidará nunca. Hay otra originalidad en la técnica, que es narrar en gran parte en infinitivo (“Ver la enorme extensión de Mas Porta… Percibir en la piel el frío de la mañana… Seguir hacia el acantilado, contemplar la playa desde allí…”), lo que nos deja la conciencia de Claudio en penumbra, mientras que la de Cristina aparece nítida, ingenua como es, aunque perturbada.

Estamos ante un drama tremendo, pero si dije que era una novela rosa es por los tintes idílicos con que se nos pinta la pasión, sobre todo por parte de ella, chiflada por Claudio además de chiflada a secas, mientras que los demás, egoístas o medio lelos, quedan a años luz de la parejita. Lo que no dejaba de provocarme cierto malestar, porque ya estamos saciados de apología del adulterio y del si se quieren qué.

[destripe] Por cierto, la autora nos deja un poco con la miel en los labios con respecto a la hermana siamesa. Cristina nació “con una hermana pegada al hombro”, a la que todos, salvo Cristina, dan por muerta y que es responsable, en el sentir de la muchacha, de gran parte de sus trastornos, pues de alguna manera la siente a su lado (“la presencia”) y sufre cuando ella sufre, hasta el punto de vivir un embarazo y un parto “fantasmas”. Intuimos una existencia desgraciada pero nada más. En todo caso, todo ello es determinante en el naufragio de la relación amorosa entre Claudio y Cristina. [fin del destripe]

En otro sentido, leyendo esta novela me acuerdo de la famosa “literatura social” de la posguerra y me río, pues pienso que Mercedes Salisachs, de la alta burguesía barcelonesa y en las antípodas ideológicas de los realistas sociales, resulta más eficaz que todos ellos en la pintura de los vicios de esa burguesía. Tipos como Mariano Bradan y sus socios representan bien aquello que hacía decir al personaje de Chumy Chúmez: “la moral consiste en tener quieta la bragueta mientras se roba”. Pero la Salisachs envuelve su crítica en una narración apasionante, lejana de los brochazos gordos de los de la “escuela de la berza”. Y encima los retratados la leían.

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