22 abril 2019

El método


Hay que hacer científica la revolución... La GPU tiene agentes especializados. Solo se entra en las casas y se detiene de noche, para evitar reacciones y ayudas posibles, y no se hace pública jamás su actuación. Se recoge, y no se devuelve nunca, todo papel que se encuentra en casa del detenido, y esos papeles se estudian en un laboratorio centralizado. Se vigila ocultamente a la familia. El comisario suprime la vida del reaccionario, pero aspira a extraer de el, antes de suprimirle, cuanto pueda ser útil para la obra de la revolución. En un pequeño calabozo queda incomunicado, bajo inspección incesante por el ventanillo. Después de varias horas se lleva al sospechoso a declarar ante el juez, que no le hace caso, durante largo tiempo. Cuando el sospechoso, deprimido física y moralmente, está maduro, el juez le interroga: le acusa concretamente, le hace sabe que tiene las pruebas de sus actividades contrarrevolucionarias, conspiración, sabotaje, antecedentes y labor burguesa. También le señala que es espía. No le deja contestar. Vuelven a encerrarlo en su minúsculo calabozo. Por la noche se le lleva a diferente cárcel, y allí medita, en otra celda peor, sin ventilación, sin luz y sin camastro. A los dos días le despojan del traje, le cortan el pelo, le visten de presidiario. Va a una sala con centenares de acusados, donde agentes provocadores obtienen confidencias, fingiéndose reos. Después de una alimentación de pan y agua vuelve a ser interrogado por el mismo juez, en el mismo sitio. Han pasado cuatro semanas. Se le aloja en el calabozo, pequeñito, como un armario, donde, por el ventanillo, la mirada vigilante no se aparta de él, exacerbando la tensión de su sistema nervioso. En el segundo interrogatorio el juez le procesa por fascista, término que comprende todo lo que se quiere que abarque, como hemos demostrado en nuestra revolución de España. Diez o doce horas, con relevos de jueces, duran las preguntas incesantes. Se le devuelve al calabazo. A los treinta minutos, otras ocho o diez horas de preguntas y asedio por varios jueces que se sustituyen y plantean el proceso desde puntos de vista diferentes, para trastornar la defensa que hubiese preparado el detenido. También se le ofrece la libertad y la protección del partido si proporciona datos o nombres suficientemente interesantes. Así durante el tiempo que sea necesario, y día y noche. Sólo cuando se da con un sujeto de tenacidad y energía extraordinarias o que se precise que diga rápidamente algo que se está seguro de que sabe, se emplean las torturas materiales. Pero las torturas materiales no se necesitan casi nunca, porque no son científicas.

Don Roque, en Checas de Madrid, acción primera, capítulo XIII