11 febrero 2015

Tres actos y dos partes


Esta es una de esas novelas tan inverosímiles como apasionantes. Uno puede apurar las ciento y pico páginas sin despegarse del sillón, sobre todo a partir del momento en que Silvano, "utillero" (así se llama, al parecer, a quien se encarga del material deportivo) de un equipo de fútbol de segunda, descubre el chanchullo que está a punto de cometer la estrella del equipo en un partido crucial. Esa estrella es su hijo y eso aporta el factor humano a la trama, muy bien llevado por cierto por Faletti: sin pretensiones, sin folletinadas, muy contenido, creíble.

Es, en efecto, un auténtico thriller de esos de salir cansado, pero sin muertos, bueno, sí, un muerto, pero por fallo cardíaco. Los flashback también son muy oportunos porque dan un marco emocional a la actuación de Silvano: un tipo a quien la vida, como suele decirse, no ha dado grandes oportunidades y que quiere culminar su propia vida sintiendo que ha servido para algo; alguien que no se hace grandes planteamientos morales pero con el suficiente sentido del bien y del mal como para jugárselo todo en este envite de noventa minutos. La adrenalina le aguza los reflejos y la suerte le favorece, como digo, hasta extremos inverosímiles, de modo que todo acaba con un final feliz de cine comercial. Satisfactorio, pues, como un buen rato de deporte o una buena partida de mus.

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