07 septiembre 2013

Dos historias romanas


Dos historias protagonizadas por dos personajes que podrían haber sido el mismo: un personaje muy del gusto de Carlos Pujol, con una inteligencia superior a la media y unas maneras exquisitas, pero abúlico y escéptico, con un escepticismo que le lleva a quedar en un plácido anonimato. El don Pablo de la primera y el Manuel de la segunda ven pasar la historia y prefieren que no les salpique. Se diría que su visión es panorámica y saben lo que pueden dar de sí las aventuras, las revoluciones y las ideologías.

Viven de hecho en dos momentos fuertes de la historia contemporánea: la unificación italiana y la segunda guerra mundial. No sé hasta qué punto hay intención de sugerir un eterno retorno de las ambiciones políticas; lo cierto es que están ahí sirviendo de fondo a las historietas privadas. Que tampoco presentan grandes sobresaltos: don Pablo ha viajado a Roma para no hacer nada, su sueño dorado; y se relaciona con extranjeros como él que tampoco se matan: discuten, se enamoran, hasta juegan a espías alguna vez. Manuel huye de una España grandilocuente para encontrar una Italia similar y contemplar asombrado las excentricidades de su hermana. Son encantadores, todos. Les envidio la serenidad y la mirada amable sin ingenuidad y desengañada sin amargura. Al final, hacen más bien a sus prójimos que los figurones históricos del fondo.

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