08 diciembre 2013

Retorno al pudor

Leyendo este trabajo de Wendy Shalit uno llega a la conclusión de que en España aún no hemos caído tan bajo, por lo que respecta a moral conyugal y sexual, como en los Estados Unidos de América. O sea, que aún es posible la recuperación sin llegar a ese fondo, o bien hemos de llegar cuando ellos estén volviendo. En fin, el caso es que Wendy Shalit considera que la pérdida del pudor femenino ha sumido a las mujeres en la desorientación, cuando no en la depresión y por supuesto en la infelicidad. De sus indagaciones se desprende que muchas de ellas no querrían hacer lo que hacen, pero se ven presionadas por una ideología que ha hecho del pudor una rareza, casi una minusvalía moral o emocional. En una sociedad que ha desvinculado por completo la actividad sexual de la familia y la vida, no ser tan promiscua como los varones (como tienden a ser los varones a poco que les aflojen) te condena a la soledad, a no ser (añado yo) que topes con varones que aún caminan sobre dos extremidades; pero se ve que eso es una rarissima avis en el mundo en que la autora se ha desenvuelto.

Lo que confirma lo que he dicho muchas veces: que el feminismo no es más que una trampa machista. Miré una vez la primera página de una novela de Lucía Etxeberría (o como lo quiera ella escribir), donde la narradora hacía esfuerzos patéticos por contar sus experiencias sexuales como si se tratara de un soldado fanfarrón en la cantina. Esta es también la autora de una novela que llevaba el prozac en su título: en su libro, justamente, Wendy Shalit relaciona el consumo de prozac con la frustración a la que aboca en las mujeres el ahogo de su natural pudor y la entrega de la intimidad al primer maromo que te propone un rollito. Sí, unas son débiles y acaban en el prozac. Otras, como la tal Etxeberría (o como se escriba) se suman por ideología a esa situación y acaban con cara, no de soldado en la cantina, sino de una mezcla bastante repulsiva de mujer y soldado en la cantina.

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