25 octubre 2011
Cinco horas con Mario
Tras un intento fallido de detener a Bonnie y Clyde, el sheriff se toma la cuestión como algo personal y no para hasta darles alcance: gracias a una delación, el agente planifica fríamente la emboscada contra los dos gangsters. Esta vez no tienen escapatoria. La policía dispara a placer con auténtica saña, dejándolos hechos un colador junto a su automóvil.
Miguel Delibes, cristiano sincero aunque algo confuso, llevaba mucho tiempo tratando de dar la puntilla a los catolicismos mediocres o vacíos, pero hinchados de orgullo; a los católicos aburguesados, en definitiva. El padre de Sisí era, como Menchu, burguesote y reacio a la generosidad en el número de hijos, pero no era el retrato acabado. La Guindilla mayor de El camino, beata rural y demasiado caricaturesca, tampoco acababa de dar el tipo. Por fin, Delibes encontró a Menchu; y se dejó de argumentos inútiles: un monólogo. A tiro limpio contra todas las Menchus habidas y por haber: en cabeza, tronco, extremidades, una y otra vez, pum, pum, pum. Muerta sin remisión. Quizá algún día sepamos hasta qué punto esta novela influyó en los complejos de la derecha o en su purificación, pero que algo ha habido, en un sentido o en otro, es indudable. Y me hace esperar que un día la izquierda reciba lo suyo con la misma contundencia. ¿Quizá cuando se acaben los prejuicios contra Vizcaíno Casas y se reedite ... y al tercer año, resucitó? En todo caso. me alegro de que Cinco horas con Mario la haya escrito Miguel Delibes y no un Juan Goytisolo, por ejemplo.
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